Dentro de la carpa roja
En los tiempos del Antiguo Testamento, cuando los pueblos se establecían en campamentos, en cada uno de ellos existía una carpa muy particular: la carpa roja. Allí debían recluirse las mujeres cuando no podían permanecer ante la mirada de los hombres, esto es, durante su menstruación, después de parir y mientras se encontraban enfermas.
Por supuesto, los hombres preferían no tener nada que ver con lo que sucedía en el interior de estas carpas. Y como las historias de la Biblia se centran en el punto de vista masculino, poco se menciona acerca de las situaciones que estas telas rojas cubrían. Pero, ¿qué sucedía realmente allí?
Muchos creerían que las mujeres vivían sus días en la carpa roja como un sufrimiento; que no hacían más que encerrarse y padecer los intensos dolores menstruales y del parto, los cambios de humor, la irritabilidad, las jaquecas y todas esas cosas de las que nos quejamos cuando estamos en “esos días”.
Sin embargo, esto está lejos de ser cierto. En las carpas rojas las mujeres se conectaban con su cuerpo y con la naturaleza, descansaban y charlaban. Abuelas, madres e hijas intercambiaban historias, experiencias y consejos.
Además, aprovechando que los hombres no tenían permitida la entrada a la carpa roja, las mujeres de cada tribu se encargaban de mantener vivos y transmitir de generación en generación los secretos y las antiguas tradiciones religiosas de la femineidad.
Si quieres conocer más acerca de lo que sucedía en estos fascinantes encuentros de mujeres y las historias que allí se contaban, mira La Carpa Roja (Red Tent).