EL FALSO CULPABLE
Para la ley, todos somos inocentes hasta que se pruebe nuestra culpabilidad. Pero este ideal, aparentemente simple, se dice más fácilmente de lo que se pone en práctica. Muchas causas (desde un simple error hasta la ineptitud de jueces y abogados), pueden dar como resultado una justicia que no lo es: una justicia injusta.
Ese es el caso de Calvin Willis, un hombre afroamericano de Louisiana, EE.UU. Willis vivió un verdadero calvario desde el día en que fue condenado a prisión, falsamente acusado de violar a una niña de 9 años, hasta que logró demostrar su inocencia, más de dos décadas después.
El juicio que Willis perdió en 1981 se caracterizó por una falta casi total de evidencia contra él. De hecho, los pocos datos existentes apuntaban claramente a su inocencia. Por ejemplo, la ropa interior encontrada en la escena del crimen, que supuestamente pertenecía al agresor, era varios talles más grande que la que usaba Calvin. Tampoco las botas que describió la victima coincidían con las que llevaba Willis. Pero nada de esto importó, Willis ya había sido juzgado antes de que empezara el juicio.
Janet Gregory, la persistente abogada que acompañó el largo proceso de Willis, aseguraba que la víctima había sido influenciada por su madre para que lo identificara como su agresor. Según Janet, la madre de la niña sentía rencor hacia Willis por otros motivos, y le dijo a su hija que él había sido el atacante.
Finalmente, en 2003, Willis fue liberado. Su caso contribuyó a que se instaurara una ley para compensar a quienes fueron erróneamente encarcelados. En 2009 Calvin recibió una suma de 250.000 dólares, pero los años de encierro lo dejaron con problemas físicos que le impedían trabajar, y pronto Willis se quedó sin nada.