HISTERIA MASCULINA
La histeria, en realidad, no es algo para tratar a la ligera, ni debería ser un mote para calificar cualquier actitud: es una patología de la conducta que puede generar mucho padecimiento en quien la sufre y en quienes lo rodean.
Desde que Sigmund Freud descubrió y nombró el comportamiento de “sus histéricas”, pacientes que sufrían enfermedades imaginarias y se contagiaban unas a otras, pasaron las décadas y el término “histeria” se volvió de uso común. ¿No es curioso que, todavía hoy, se utilice mayormente para describir a mujeres, y rara vez a un hombre?
La histérica, para la jerga popular, es la mujer que quiere atraer toda la atención, ser el centro de la escena. La mujer que no puede evitar seducir a todos los hombres que la rodean, aunque no tenga ninguna segunda intención con ninguno de ellos. Histérica, se hace desear, y cuando su presa está a sus pies, la devora… con la indiferencia.
Ahora bien: ¿esta actitud no es tan habitual en mujeres como en hombres? Haciendo un poco de memoria, ¿no podemos recordar, ahora mismo, haber observado en acción a un hombre histérico?
Repasemos: el hombre, en general atractivo (y consciente de ello) que se adueña del centro de la escena; que galantea con todas, como sin darse cuenta, y al final, cuando consiguió hechizar con sus encantos, se aleja con su andar elegante, en busca de otra presa (¡o de su esposa!). Es decir, el hombre que nos hace recorrer todo el arco de sensaciones que va de la ilusión a la decepción.
Ya es hora de ampliar las fronteras del término, ¿no es cierto? Por alguna razón de la mente humana, tanto en hombres como en mujeres hay quienes desean seducir y luego alejarse. Para alimentar su ego, por inseguridad, por temor al compromiso. Histéricos e histéricas, en igual cantidad.
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