¿NECESITAS UNA DOSIS DE RELACIÓN ABUSIVA?
Por Alessandra Barbieri (@alebarbieri)
Estábamos en el año 2010. Era mi último año en el colegio y éste estaba condimentado con demasiado alcohol y muy poco amor propio. Entre una solicitud de ingreso a la universidad y otra, mi mayor pasatiempo era la red social Orkut. Y fue allí donde conocí a un chico que parecía un resumen de mis sueños: suave, inteligente, hermoso y... por supuesto, prefería a las gordas. Nótese que no he dicho que a él "le gustaban" las gordas, porque hay una diferencia esencial entre gustar y preferir (sobre la cual ya les hablaré). Pero yo no sabía que estaba comenzando una relación con un sociópata.
Nos conocimos personalmente, nos gustamos y eventualmente comenzamos a salir. Él sería mi primer novio serio, para presentar a la familia y permitirle escuchar los gritos en los almuerzos de los domingos. Y aunque no recuerdo muy bien, creo que nuestro primer año juntos fue incluso saludable. Casi no salíamos de casa, habían algunas crisis de celos y peleas, pero nada que me hiciera sufrir todos los días. Lo único seguro era que necesitábamos mejorar - y fue eso lo que me hizo estar con él durante tanto tiempo (las personas que sufren algún tipo de violencia por parte de aquellos que aman creen que existe la posibilidad de cambio, de mejora o de salvación, cuando en realidad no la hay).
Para ser sincera, tampoco podría decir cuando las cosas se pusieron peor. Probablemente en algún momento entre el discurso de odio contra las mujeres, las amenazas y la traición. Pero para mí, el mayor agravante fue que yo, inicialmente una persona fuerte y con un poco de autoestima, me fui dejando llevar por el discurso del hombre que decía amarme, pero que me disminuía por ser gorda. Quien me mentía, me manipulaba, me exigía y me lastimaba. Quien me hizo dependiente física y emocionalmente de esa sensación. Y así fue como llegó el momento en el que sufría, de hecho, todos los días.
Nuestras peleas estaban llenas de frases como "estás loca", "eres gorda y por eso no tienes el valor para terminar conmigo" y "yo puedo hacer lo que quiera, porque no quieres morir sola". Nuestra convivencia consumía toda mi energía. Los problemas nunca parecían terminar. El chantaje emocional y la agresión eran tan constantes que me terminé acostumbrando. Sólo ahora veo lo repugnante de sentir que estaba teniendo sexo con un completo desconocido y luego sólo poder llorar. Mientras él fingía que no me veía.
Empecé a jurarme a mí misma que todas esas cosas malas que me sucedían eran normales. Y aprendí a aceptar, a lo largo de toda mi vida, que yo valía menos que los demás. Acepté también que el amor lo conquista y lo cambia todo. Que era normal llevar los problemas a casa, sufrir un poco (o mucho, en este caso). Que es necesario perdonar y volver a intentarlo. Era frecuente el sentimiento de culpa. Me encontraba a mí misma como una basura, una novia ingrata por más que tenía un novio que me quisiera incluso siendo gorda...
Mientras tanto, mi ex juraba que era el mejor novio del mundo. Al principio no me lo creía. Pero él repetía esa frase tan a menudo que, además de convencerse, me terminó convenció a mí también.
Puedo decir que sólo sentí felicidad cuando todo había terminado. Después de semanas de intentar terminar, me invitó a ir a su casa. Hablamos, nos llevamos bien, hicimos por última vez todo lo que él quería. Nos despertamos, nos miramos el uno al otro y, como si esperara alguna reacción apasionada, dijo que era mejor terminar. Agarré mis cosas y bajé las escaleras. El alivio y un tipo de ansiedad se apoderaron de mi cuerpo. Sólo recuerdo irme de ahí en el más profundo silencio.
Alessandra Barbieri, internacionalista, 21 años.
Bloguera, feminista y apasionada por las series.
Twiiter: https://twitter.com/alebarbieri
Blog: http://socorrofizumblog.blogspot.com.br/
Estábamos en el año 2010. Era mi último año en el colegio y éste estaba condimentado con demasiado alcohol y muy poco amor propio. Entre una solicitud de ingreso a la universidad y otra, mi mayor pasatiempo era la red social Orkut. Y fue allí donde conocí a un chico que parecía un resumen de mis sueños: suave, inteligente, hermoso y... por supuesto, prefería a las gordas. Nótese que no he dicho que a él "le gustaban" las gordas, porque hay una diferencia esencial entre gustar y preferir (sobre la cual ya les hablaré). Pero yo no sabía que estaba comenzando una relación con un sociópata.
Nos conocimos personalmente, nos gustamos y eventualmente comenzamos a salir. Él sería mi primer novio serio, para presentar a la familia y permitirle escuchar los gritos en los almuerzos de los domingos. Y aunque no recuerdo muy bien, creo que nuestro primer año juntos fue incluso saludable. Casi no salíamos de casa, habían algunas crisis de celos y peleas, pero nada que me hiciera sufrir todos los días. Lo único seguro era que necesitábamos mejorar - y fue eso lo que me hizo estar con él durante tanto tiempo (las personas que sufren algún tipo de violencia por parte de aquellos que aman creen que existe la posibilidad de cambio, de mejora o de salvación, cuando en realidad no la hay).
Para ser sincera, tampoco podría decir cuando las cosas se pusieron peor. Probablemente en algún momento entre el discurso de odio contra las mujeres, las amenazas y la traición. Pero para mí, el mayor agravante fue que yo, inicialmente una persona fuerte y con un poco de autoestima, me fui dejando llevar por el discurso del hombre que decía amarme, pero que me disminuía por ser gorda. Quien me mentía, me manipulaba, me exigía y me lastimaba. Quien me hizo dependiente física y emocionalmente de esa sensación. Y así fue como llegó el momento en el que sufría, de hecho, todos los días.
Nuestras peleas estaban llenas de frases como "estás loca", "eres gorda y por eso no tienes el valor para terminar conmigo" y "yo puedo hacer lo que quiera, porque no quieres morir sola". Nuestra convivencia consumía toda mi energía. Los problemas nunca parecían terminar. El chantaje emocional y la agresión eran tan constantes que me terminé acostumbrando. Sólo ahora veo lo repugnante de sentir que estaba teniendo sexo con un completo desconocido y luego sólo poder llorar. Mientras él fingía que no me veía.
Empecé a jurarme a mí misma que todas esas cosas malas que me sucedían eran normales. Y aprendí a aceptar, a lo largo de toda mi vida, que yo valía menos que los demás. Acepté también que el amor lo conquista y lo cambia todo. Que era normal llevar los problemas a casa, sufrir un poco (o mucho, en este caso). Que es necesario perdonar y volver a intentarlo. Era frecuente el sentimiento de culpa. Me encontraba a mí misma como una basura, una novia ingrata por más que tenía un novio que me quisiera incluso siendo gorda...
Mientras tanto, mi ex juraba que era el mejor novio del mundo. Al principio no me lo creía. Pero él repetía esa frase tan a menudo que, además de convencerse, me terminó convenció a mí también.
Puedo decir que sólo sentí felicidad cuando todo había terminado. Después de semanas de intentar terminar, me invitó a ir a su casa. Hablamos, nos llevamos bien, hicimos por última vez todo lo que él quería. Nos despertamos, nos miramos el uno al otro y, como si esperara alguna reacción apasionada, dijo que era mejor terminar. Agarré mis cosas y bajé las escaleras. El alivio y un tipo de ansiedad se apoderaron de mi cuerpo. Sólo recuerdo irme de ahí en el más profundo silencio.
Alessandra Barbieri, internacionalista, 21 años.
Bloguera, feminista y apasionada por las series.
Twiiter: https://twitter.com/alebarbieri
Blog: http://socorrofizumblog.blogspot.com.br/