La activista Nimco Ali alza la voz contra la mutilación genital femenina
Nimco Ali nació a principios de los ’80 en Somalia y poco después se trasladó con su familia a Mánchester, Inglaterra. A sus 7 años de edad, durante lo que ella creía que eran unas vacaciones en Yibuti, atravesó una experiencia que cambió por completo su vida: fue sometida a mutilación genital femenina. La pequeña no comprendió qué le había sucedido a su cuerpo, y nadie le dio ninguna explicación.
Lo que Nimco Ali vivió en su infancia está lejos de ser un hecho aislado. La mutilación genital femenina (MGF), que consiste en la eliminación o lesión del tejido de los órganos genitales femeninos, especialmente del clítoris, actualmente se practica en 30 países de África, Asia y Oriente Medio.
Según UNICEF, hoy hay en el mundo más de 200 millones de mujeres y niñas que han sido víctimas de MGF. Y, a pesar de lo escalofriante de la cifra, poco se habla acerca de este cruel procedimiento y de lo que implica para sus víctimas, tanto a nivel físico como emocional.
Por ese motivo, años después del incidente, Ali rompió el silencio, atreviéndose a decir en público lo que, por miedo o desconocimiento, tantas habían callado. “Muchos piensan que esto sucede por razones religiosas o culturales, y no están viendo por qué sucede realmente. Es porque las mujeres no son valoradas en estos países, y las comunidades quieren controlarlas.”
Aunque cada declaración o entrevista desataba una cadena de amenazas que la obligaban a encerrarse en su casa varios días seguidos, nada logró detenerla. En 2010, junto con la psicoterapeuta Leyla Hussein, fundó Daughters of Eve, una organización sin fines de lucro orientada a generar consciencia y brindar asistencia a las víctimas de MGF. Uno de los importantes logros de Daughters of Eve fue conseguir que la mutilación genital femenina, que antes era considerada simplemente un asunto cultural, sea reconocida en el Reino Unido como abuso infantil.
La voz de Nimco ha tenido el poder de inspirar a otras mujeres a compartir sus experiencias de vida y a unirse a la lucha, pues, como asegura la activista somalí “No se trata de ser una víctima. Se trata de ser una sobreviviente.”
¿Piensas que prácticas como estas pueden justificarse por razones religiosas o culturales?