Para ser tomadas en serio, tuvieron que inventar un socio hombre
Keith Mann es co-fundador, junto con Penelope Gazin y Kate Dwyer, de una startup que vende piezas originales de arte por internet.
Con miras a los negocios, él ha impresionado por su habilidad de dar bien delante de una empresa extremadamente arriesgada.
Keith sabe comunicarse con proveedores y logra que sus pedidos sean atendidos rápidamente.
A su mando, el negocio ya consiguió vender más de 200 mil dólares en apenas un año.
Todo el mercado aplaude el éxito de Keith.
Sólo que Keith no existe.
Penelope y Kate tuvieron que crear un compañero falso para lograr ser escuchadas en el misógino y sexista universo de la tecnología. Nadie tenía fe en el proyecto de ellas dos, hasta que surgió Keith.
Pero miremos en detalle: Keith era sólo una dirección de correo electrónico. No fue necesario contratar a un actor ni nada de ese estilo. Sólo la idea de un nombre masculino hizo toda la diferencia en su negocio. Para el mercado de la tecnología, él sería el cerebro y la fuerza creativa detrás de toda la operación.
La experiencia proveyó una prueba irrefutable: no las tomaban en serio en la industria de la tecnología sólo por ser mujeres.
"La gente actuaba de forma condescendiente, irrespetuosa, tardaba días para responder un mensaje. No era así con Keith. Con él, los mensajes venían rápido, y aún preguntaban si necesitábamos algo más", dicen. "La percepción de las personas acerca de nuestro negocio cambiaba cuando sabían que había un hombre en el equipo".
El proyecto de estas dos mujeres, el Witchsy, sigue firme y fuerte en internet. La idea es crear una plataforma de venta de trabajo de artistas "extraños" de todo el mundo.